MEDITACIÓN ANTE EL MONUMENTO.

PREVIOS:

Facilitará entrar en oración, utilizar el arte como elemento que facilite la contemplación, las imágenes y la música nos ayudan a ello. La pintura nos puede facilitar el situarnos en la escena, puede imprimirse en una lámina de DIN-A3 el cuadro de Gauguen ‘El cristo rojo’, que sitúa en un primer plano a Cristo orando mientras los discípulos aparecen durmiendo tras Él. El abatimiento de Cristo es palpable, casi se puede contagiar. Las canciones propuestas pueden sustituirse por otras más conocidas, siempre que sean lentas que inviten al recogimiento interior, que orienten nuestro cuerpo hacia el silencio, que con su repetición nos ayuden a entrar en comunicación con Dios. El silencio forma parte de la música de toda oración, es necesario guardarlo tras cada punto, que nos permita entrar en oración, interiorizar lo leído, hacerlo propio, descubrir que nos dice Dios a través de las palabras. Como tantas otras veces podemos utilizar velas para el final de la Hora Santa como expresión de la luz, de tanta Luz con la que está preñada la realidad a pesar de todo el dolor y la cruz. Preparar con antelación las distintas personas a las que les indicamos la participación oportuna en el desarrollo de la Hora.

CON JESÚS EN GETSEMANÍ

Canción: (Javi Sánchez; Disco Ojos que Ven)

Al amor más sincero,

al Amor sin fronteras,

al Amor que dio su vida por amor

encontré un día cualquiera…

…y a ese Amor tan sincero,

a ese Amor sin fronteras,

a ese Amor que dio su vida por amor

le entregué mi vida entera.

Monición

Vamos a acercarnos al monte de los olivos… donde Jesús se hace ofrenda, donde Jesús, confiando en el Padre, arriesga su vida. Todo está en juego…. Su grito es “hágase tu voluntad”, su actitud será… “Padre… me fío de ti”.

Vamos a Getsemaní a acompañar a Jesús que hoy sigue diciendo “Padre… me fío de ti”, vamos a abrir los ojos para descubrir en nuestro alrededor quienes pisan hoy Getsemaní, quienes se debaten entre la confianza y la decepción, entre la esperanza y la desilusión, entre el sueño de justicia y la realidad tantas veces injustificable.

En Getsemaní también están los que pasan hambre y sólo esperan un plato de comida, los que sufren la violencia y sólo sueñan en un día de paz, quienes han perdido el norte de su vida y sólo esperan una señal que aporte una dirección a su existencia.

Vamos a Getsemaní a acompañar a Jesús. Vamos a Getsemaní a acompañar a los que sufren hoy la cruz.

1- Velad y orad, esa es la recomendación, ante la Cruz, ante el dolor, ante el sinsentido: velad y orad.

En el silencio de esta noche, consciente de la compañía de Dios entre nosotros, consciente de que quiero dedicarle esta hora de oración, rememoro situaciones ante las que sólo cabe el silencio y la oración, donde sólo cabe permanecer despiertos, a la espera, mantener la confianza y avivar la esperanza para el mañana, momentos personales de mi vida o la vida de los que me rodean donde sobran las palabras, y hasta los consuelos, situaciones en las que sólo se necesita la compañía, la presencia cercana pero callada de amigos y familiares y la seguridad de que Dios nos da la fortaleza para poder seguir respirando. Donde uno necesita creer que sólo Dios basta.

2- En esos momentos recobra vida la oración de Jesús en Getsemaní.

“ Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos. «Quedaos aquí, mientras yo voy a orar».  Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.  Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quedaos aquí velando».   Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».  Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?  Permaneced despiertos y orad para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».  Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.   Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.  Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora podéis dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.  ¡Levantaos! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar«.” Lc. 22. 40-46

3- Fijos los ojos en Jesús, en la imagen del cuadro, de la cruz del oratorio, conscientes de tanto dolor como habita la tierra, del nuestro propio, del de nuestros seres queridos, del de tanta gente sin nombre ni rostro para nosotros, pero de cuya existencia dolorida conocemos, podemos desde nuestra vida empatizar con ese momento de angustia y soledad del Hijo del hombre, y situarnos en la escena, ‘quedaos aquí mientras lloro, mientras asumo lo que vivo, mientras me recompongo, mientras oro’, quedaos aquí en silencio, en oración, pero acompañadme. Nos situamos tras Jesús, dormidos, como si la historia no fuera con nosotros, como si en nada nos fuera la vida, ausentes al sufrimiento de tantos hermanos, descansando, incapaces de velar junto al dolorido, a la víctima inocente. Asumir nuestra condición humana, nuestras resistencias a la conversión, nuestro caer en la tentación del sueño, del me apetece, de la comodidad, del que cada cual se busque su vida. Y hacernos conscientes en las entrañas, en lo que mueve mi vida que para salvarme de todas esas cosas Jesús asumió en Getsemaní que quería dar la vida por nosotros, por cada uno de nosotros, que estaba dispuesto a vivir la noche oscura, que en la Cruz asumida libremente confiaba en el Dios de la vida. Volviendo a las situaciones que has rememorado antes reza por todas aquellas cruces que te ha tocado vivir y por las que asumes libremente para acompañar a otros. Háblale a Dios de todas ellas, de cómo te sientes, de cómo le ves en ellas, del vacío, de la injusticia que ves en ellas. Relaciónate también con tus miedos, en ellas y en otras situaciones.

Canto: Permaneced en mi amor.

Como el Padre me amó, yo os he amado. Permaneced en mi amor. Permaneced en mi amor.

Si guardáis mis palabras y como hermanos os amáis, compartiréis con alegría, el don de la fraternidad. Si os ponéis en camino, sirviendo siempre a la verdad, frutos daréis en abundancia, mi amor se manifestará.

No veréis amor tan grande, como aquél que yo os mostré. Yo doy la vida por vosotros, amad como yo os amé. Si hacéis lo que yo os mando y os queréis de corazón, compartiréis mi pleno gozo, de amar como Él me amó.

4- Señor Jesús, hemos venido a velar y orar, a expresarte que cómo tus tres amigos no queremos dejarte solo esta noche, no queremos, nuestro deseo es estar contigo, velar y orar:

(Libremente se va leyendo las primera parte y la comunidad reafirma su deseo respondiendo: no queremos dejarte solo. )

En tu noche triste. – No queremos dejarte solo.

Cuando sientes miedo. – No queremos dejarte solo.

Cuando sientes tristeza. – No queremos dejarte solo.

Cuando buscas compañía. – No queremos dejarte solo.

Cuando parece que Dios «no te escucha». – No queremos dejarte solo.

Cuando entras en agonía. – No queremos dejarte solo.

Cuando sudas sangre. – No queremos dejarte solo.

Cuando estás redimiendo el mundo. – No queremos dejarte solo.

5- Cerca del Monumento hemos colocado unas cuantas velas, que vamos a ir encendiendo mientras ponemos en común las realidades sufrientes que hemos puesto ante la presencia de Dios, las compartimos a modo de oración, expresando dónde vemos la compañía silenciosa de Dios en ellas, su presencia sigilosa que para tantos pasa desapercibida.

SIGNO

Al acabar de compartirlo, en presencia de la luz de esas velas rezamos todos juntos esta oración que leemos lentamente, mientras resuenan sus palabras en nuestro corazón y sentimos el calor de tantas luces, de tantos signos con los que Dios va regando nuestra semilla, con el corazón dolorido pero también agradecido por tanto bien y tantas gracias recibidas, nos dejamos sanar esas heridas oradas y compartidas, que la mano de Dios nos lleve dónde su plan tenga previsto, que como ungüento milagroso cicatrice lo abierto, acompañe el sinsentido, nos capacite para el perdón, nos dé energía para levantarnos todas las mañanas y nos insufle la gracia de su Espíritu que se haga fuerte en nosotros y nos permita sentir su amor a pesar de tanta oscuridad.

6- Desde dentro:

“Desde fuera no se salva al mundo: Como el Verbo de Dios que se ha hecho hombre, hace falta hacerse una misma cosa, hasta cierto punto, con las formas de vida de aquellos a quienes se quiere llevar el mensaje de Cristo. Hace falta compartir –sin que medie distancia de privilegios o diafragma de lenguaje incomprensible- las costumbres comunes, con tal que sean humanas y honestas, sobre todo de los más pequeños, si queremos ser oídos y comprendidos.

            Hace falta, aun antes de hablar, oír la voz, más aún, el corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo en la medida de lo posible; y, cuando lo merece, secundarlo.

            Hace falta hacerse hermanos de los hombres en el momento mismo que queremos ser sus pastores, padres y maestros.

Debemos recordar todo esto y esforzarnos por practicarlo según el ejemplo y el precepto que Cristo nos dejó (cf. Jn. 13, 14-17)”. Ecclesiam suam 62. Pablo VI

Con esta oración final compartida nos hacemos conscientes para acabar esta Hora Santa de que a pesar del poder del mal, del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, de la injusticia y la opresión, del sin sentido,… a pesar de todo, Dios es luz y vive inserto en esas realidades; germinándolas, transformándolas, trabajando desde dentro en ellas. La cruz no puedo ocultar la luz que expande el resucitado, no podemos olvidarlo nunca. Nos unimos todos en un canto:

Nada te turbe, nada te espante
quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante.
Sólo Dios basta.

ELENA GASCÓN